Tus paredes crecieron demasiado para escalarlas



La lluvia acariciaba sus mejillas. Sus pies descalzos caminaban sin sentido por el asfalto húmedo y agrietado. Sin rumbo alguno, Aline se dejaba guiar por las gotas de lluvia, despegó los brazos del cuerpo, cerró los ojos y levantó la cabeza, mirando al cielo. Entonces la lluvia emepezó a golpearle fuertemente en toda la cara, los mechones de pelo danzaban de un lado a otro goteando las lagrimas del cielo. Aline siguió andando, mirando a su alrededor, nadie había en la calle. Se encontraba sola. Sentir la soledad era algo que siempre le había gustado, lo único que perturbaba su mente era el continúo recuerdo de Kurt. Quería dejar de pensar, de recordar, tan solo por un instante. Pero eso era pedir demasiado. Dejar de pensar para ella era como dejar de respirar por cuenta propia. Avanzaba poco a poco. Por en medio de la carretera, pisando charcos. Entonces algo llamó su atención. Una casa. Aquella casa era diferente, le gustaba, la quería para ella. Y por qué no, compartida con Kurt. Se quedó mirandola fijamente. Arriba y abajo. Incluso el tejado era bonito. Fue bajando poco a poco la mirada hasta que se quedó quieta en una de las ventanas del segundo piso. Allí había una niña con el pelo largo, oscuro, un camisón que no llegaba a blanco, la pequeña sostenía una muñeca en la mano. Le dio un vuelco al corazón. Le recordó a esa película que había visto con él. Una de terror. 'Inquietante' susurró y con el paso más acelerado desapareció calle abajo...   

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